La salud financiera depende, en gran medida, del equilibrio constante entre nuestros ingresos y gastos. Como los ingresos suelen ser una variable más difícil de controlar, es posible que, al aplicar esta fórmula, el mayor peso descanse sobre nuestros hábitos de consumo.
Tener el control de cómo y en qué gastamos siempre es más difícil de lo que parece, y más en esas circunstancias extraordinarias en que la causa del gasto excesivo trasciende la falta de educación financiera o de herramientas de planificación. O bien, cuando los hábitos de consumo están más determinados por un desorden de la conducta que por necesidades concretas y objetivas. Este es, precisamente, el tema que queremos abordar en esta entrega.
La adicción a las compras fue descrita hace más de un siglo por el psiquiatra alemán Emil Kraepelin. Hoy, los especialistas coinciden en afirmar la importancia creciente del trastorno como un problema de salud, con implicaciones serias en las finanzas y las relaciones familiares y laborales de quienes lo padecen.
La investigadora Susana Jiménez, del Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona, sustentó en 2016 que este desorden es equiparable a las adiciones al uso de sustancias. De ahí la importancia de identificarlo a tiempo y tomar medidas para afrontarlo.
El problema es que a veces el panorama no está tan claro. En ocasiones los hábitos descontrolados de consumo se esconden tras justificaciones que parecen válidas, aunque no resisten un análisis racional más profundo y objetivo.
Incluso se pueden camuflar en la lista de necesidades básicas o adoptar apariencia de legitimidad con enunciados tan sutiles como: “todo el mundo lo hace” o “esa es mi realidad y no la puedo cambiar”.
Entonces, ¿cómo manejarlo? ¿Esto quiere decir que debes correr al psicólogo por haber sobregirado una tarjeta o sobrepasado un presupuesto en vacaciones? No necesariamente. Para hablar de un desorden conductual debes pedir acompañamiento médico de un profesional. Quizá sea momento de hacerlo si varios de los siguientes rasgos están presentes:
1. Sufres de ansiedad, depresión o estrés y sientes que irte a la tienda te ayuda con el sentimiento de malestar, así sea por pocas horas.
2. La idea de que necesitas esto o aquello te obsesiona, pero cuando lo adquieres pierdes en interés.
3. No puedes frenar el impulso de hacer compras. Habitualmente las haces sin planificarlas. Casi siempre sientes que olvidaste comprar algo que necesitas.
4. No puedes dejar pasar una temporada de descuentos o promociones sin comprar varias cosas, pero también compras durante todo el año.
5. Sientes sufrimiento luego de hacer compras que reflejan que no tienes autocontrol.
6. Gastas por encima de tus posibilidades, desajustando su presupuesto y complicando cada vez más tu situación financiera.
7. Tal vez no gastas “demasiado”, pero es desproporcionado el tiempo que le dedicas a ver cosas que te gustaría adquirir. Por ejemplo, cuando dedicas tiempo de trabajo a ver tiendas online a pesar de tener trabajo pendiente.
8. Es habitual que compres artículos sin haber recopilado información suficiente sobre su utilidad y modo de uso. Cuando los tienes, descubres que “no son lo que necesitabas”.
Los especialistas explican que estas señales afloran con más frecuencia en personas con “estilos de vida caóticos”, poca tolerancia a los sentimientos dolorosos, alta dependencia de la aprobación de los demás y cuadros de depresión o ansiedad, de modo que la adicción a las compras a veces es solo la punta de un iceberg.
Esto reafirma la importancia de procurar apoyo profesional en caso de identificar algunos de los “síntomas” referidos antes.
Si hasta este punto pudiste identificar problemas en tus hábitos de consumo, no te desanimes y antes de decidirte por acciones que pudieran implicar cambios significativos, toma en cuenta algunos consejos que puedes aplicar desde este momento. Claro, un paso a la vez.
Estar consciente de anomalías en tus hábitos de consumo puede ser el primer paso y el más importante para luego concentrarte en la aplicación de cambios más grandes y graduales. Aquí te dejamos algunos consejos que puedes aplicar desde ya:
• Reduce la exposición. Trata de evitar centros comerciales o tiendas físicas o virtuales.
• Ojo con la tarjeta de crédito. Nunca la lleves contigo a menos que sea para el pago de bienes o servicios básicos que ya has decidido que cubrirás de esta manera. Recuerda, el hecho de no llevar tu tarjeta a todas partes no significa que la descuides. Se trata de un producto que demanda de vigilancia para evitar que terceros la usen sin tu consentimiento. Por otro lado, la posesión de una tarjeta de crédito no es obligatoria. Existen alternativas como las tarjetas de débito que permiten evitar el uso de efectivo, eludiendo la propensión habitual a inflar nuestros consumos cuando usamos “dinero plástico” prestado. Consulta nuestra Guía básica para el buen manejo de la tarjeta de crédito.
• Haz el ejercicio de identificar y anotar las excusas recurrentes que te impulsan a comprar en exceso. Este conocimiento disminuye las probabilidades de que sucumbas ante la tentación, pues desmonta los argumentos que resultan completamente valederos al momento de gastar.
• Procura el apoyo de familiares o amistades cuyo manejo financiero sea ejemplar. Esto servirá para que asumas mayor nivel de compromiso. Elige con cautela quienes te acompañarán en este proceso, de manera que sientas estímulo en lugar de crítica.